MSN Messenger cierra en menos de dos horas y Hotmail ya se convirtió en Outlook. Su final del servicio llegó después de incontables
amenazas que, sólo aquellos que hemos crecido con estos dos hermanos de sangre,
hemos sufrido en forma de spam. Skype, que durante años se repartió con él la
tarta de las videoconferencias, cubrirá su ausencia en Microsoft.
Recuerdo cuando me abrí Messenger en 2002, con 11 años. Sólo
tenía agregada a mi familia, amigos de los campamentos, compañeros de clase e,
incluso, a mí mismo. Con todo eso, sumaba más de 140 contactos. ¡Qué
barbaridad! Por supuesto, con la tercera parte de ellos no hablé demasiado.
Abrías Windows 98, le dabas un manotazo al botón de
encendido del router e iniciabas sesión para intentar poder leer tus nuevos
correos electrónicos. Y respondías, charlabas un rato y después te ibas. Al 98
le siguió XP, y con ello aprendimos conceptos como Versión Beta; que si te la
instalabas eras el más guay… Hasta que llegó la extensión MSN Plus! que nos
ponía códigos de programación de todo tipo para que nuestro nick saliera de
colores. Empezamos a almacenar conversaciones (por si en algún momento
queríamos recuperarlas), una imagen de avatar empezó a representarnos en la red
de redes en la esquinita de la pantalla y los emoticonos personalizables con
atajos de teclado hicieron imposible poder leer algo sin que dolieran los ojos.
También llegaron juegos, y aunque muchos se dejaban los dedos buscando
repuestas para “El duelo de MSN”, pocos sabían que se basaba en el concurso “El
Tiempo es Oro”. Y ni falta que hacía saberlo para jugar toda la tarde.
Y un buen día, MSN vio el filón en la moda del blogging
creando unas pequeñas webs a las que llamaron MSN Space; donde todos podríamos
colgar algunas fotos y contarle al mundo quiénes éramos en un pequeño blog: uno
de los precedentes de las redes sociales.
Los niños del Messenger fueron migrando, poco a poco, a
Tuenti; y allí todos coincidían en decir “¡Si integraran Tuenti a Messenger
sería la leche!”. Hasta que lo hicieron. Messenger perdió usuarios. Algunos
nostálgicos los seguíamos usando porque las redes sociales no permitían
recuperar las conversaciones. Y Facebook lo integró. Y el chat de Tuenti
también. Los peones verdes dejaban de girar mientras que dos reinas azules se
los comían.
Dentro de un par de décadas, cuando a algún directivo de
televisión se le ocurra recuperar una serie al estilo de lo que hoy es
“Cuéntame…” (si es que no lo hace esta porque llegue a narrar hasta el año
2003), saldrá todo esto como elemento de parte de mi generación
y de mi infancia; como pudo ser el picú o el comediscos para ellos.
Miro a los niños de 12 y 13 años de ahora y los veo a todos
con sus smartphones, muchos con las Blackberries heredadas de sus padres. Me
siguen en mi perfil de Twitter, y veo como en sus tweets asoman frases hechas
de adultos; frases clonadas de series de televisión y estereotipos que me
preocupan: no me gustan los niños que se comportan como si tuvieran mi edad. O,
peor aún, los que se creen que tienen mi edad… Y sólo les saco 10 años.
Pero esos 10 años los considero, puede, de los más
importantes de una vida que arriesgan y exponen. Me hablaron mucho sobre esto
cuando eran menores los peligros y las situaciones en las que mostrarse en la
red; pero ahora cualquiera saben dónde viven con una publicación geolocalizada
y, sin ningún cuidado, le dicen al pajarito azul cuál es su pin del chat: Tienen
cientos de seguidores, de personas que no conocen y que saben en qué colegio
estudian. Después nadie sabe por qué pasan las cosas: En mi Messenger sólo
entraba yo, y conocía el correo de todo aquel que yo decidía conectarme a él.
Entonemos un réquiem por Messenger y todo lo que muere con
él.
1 comentarios:
¡Bravo!
Estas generaciones nuevas están condenadas a echarse a perder. Y la culpa es nuestra.
Ay... el messenger. Recuerdo que me sabía todas los códigos para cambiarle el color al nick. Qué tiempos...
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