Otro año que se va

Se acaba este año. Para los que me seguís en Disparatarium desde hace tiempo, habreis visto que hemos experimentado un bajón cuantitativo en las entradas, de 48 en 2008 a 10 en 2009; si bien creo que ha sido suplido por un aumento cualitativo. Quizás se deba a esa selectividad que tanto miedo me ha dado durante los últimos meses y de la que ahora tanto me alegro de haberme quitado de enmedio.

Me he puesto a revisar esa lista de tontadas que puse el año pasado para rellenar la entrada Un año más y que, en parte, también me propuse un poco como propositos para este año... algunos de ellos por si estaba aburrido. Hagamos balance:

  • Sacar en cuatro exámenes trimestrales una nota igual o superior a Notable 8: Ni idea, ya ni me acuerdo y ni me quiero acordar.
  • Perder kilos: Los perdí durante este verano estando de animador y de voluntario en el Eurobasket... pero me parece que los he vuelto a ganar.
  • Ponerme en forma: Bueno, mejor pasamos al siguiente punto.
  • Echarme novia: Quería decir al siguiente después de este.
  • Aprender inglés y poder mantener una conversación: En el Eurobasket me dí cuenta de que sabía inglés cuando me mandaron meterme en el vestuario de Lituania a decirles que no nos quedaban botellas de agua y que se tenían que administrar las que tenían y cuando estuve hablando con los padres del fisioterapeuta inglés ¡Qué majos eran los señores, oiga, y qué subidón de moral!
  • Ganar un concurso de triples a canasta: Si meto un tiro libre es un milagro...
  • Acostumbrarme al aliño: Parece que poquito a poco voy comiendo ensaladas, pero que vá...
  • Correr una carrera popular: No.
  • ...
  • ¡Vale!Correr 1Km sin ahogarme...: Un kilometro exacto no sé, pero subí escaleras para morirme llevando las estadísticas en el Eurobasket... ¿Hice demasiadas cosas en el Eurobasket, no?
  • Superar el Rosco de Pasapalabra: Casi, dos veces rozando... me superó Manuel Lucía...
  • Ganar jugando al ajedrez: No he jugado mucho este año, la verdad.
  • Hacer pleno en una canción jugando al UltraStar: Nada, otra cosa que no...
  • Cocinar algo que sepa bien y que no consista sólo en meter la comida en el micro-ondas o en la freidora: No he tenido tiempo...
  • Escribir en un periódico: No me he sentado, pero si me lo propongo escribo en cartas para el director.
  • Recitar del tirón y completo el monólogo del Tenorio (No es verdad, Angel de Amor...): El Tenorio no, pero el de Segismundo de La Vida es Sueño lo hice estupendamente.
  • Hacer un Sudoku... y no morir en el intento: ¡Lo hice ayer!
  • Y un largo etc...
Después de ver la lista del año pasado, que a partir del sexto son todo tonterias, me doy cuenta de que ha habido cosas más importantes en mi vida durante estos últimos 365 días. Quizás mi mayor propósito fue el de entrar en la Facultad y lo he conseguido.

Gracias a todos los que me habeis acompañado durante este año y a los que lo habeis hecho moralmente. Un abrazo.
Mariano.

Por favor, descríbame este concepto:

A mí me toca hablar de, quizás, de lo que más me cuesta hablar. Para otras cosas, no, pero para esta soy muy tímido...

Yo tengo que hablaros de, quizás, lo primero que recibimos todos nada más nacer: nos lo da nuestra madre, nuestro padre, nuestros hermanos, nuestros seres queridos... pero no lo conocemos como tal.

Tiene que aparecer un extraño para llamarlo por su nombre, alguien a quien no conoces... pero te atrae. Tea atrae tanto, que lo quieres para tí, lo llegas a hacer tuyo, parte de tí... y si no lo tienes, te hace sentir la persona más desdichada, destrozado...

Pero si la tienes, si tienes la suerte de sentirlo, te sientes el más afortunado del mundo; el rey del mundo como decía en la pelicula... aún siendo algo tan insignificante, es lo más grande...


Paré para pensar que decir, pero no me dejaron continuar. El aula 2.1 rompió en un sonoro aplauso que hasta a mi mismo me sorprendió. Me sentía tan chiquitito hablando, dudando, repitiendo palabras...

Era un ejercicio simple: definir una palabra, un concepto. Eso sí, improvisándolo delante de toda la clase.

Los que me conoceis de antes direis: ¡Pero si estas acostumbrado! ¡Tú haces teatro, haces animación, sabes improvisar y salir del paso! Si, pero cuando hago eso estoy en mi terreno, en mi casa, cuando me sacan del él, soy como un pececito al que le falta el agua. Estaba nervioso, muy nervioso y aún lo estuve más cuando abrí el papelito donde decía lo que tenía que describir, cuatro letras escritas con boli bic azul con letras mayúsculas de palo que se me hicieron un mundo: AMOR.

Me dejaron para el último: yo quería salir el segundo, incluso el tercero... nunca el cuarto. Pensaba que sería como Eurovisión: el último es el más recordado, y como la cague ya tengo el San Benito para los próximos 5 años.
Me planteé el salir el primero en esos momentos de miedos previo, hasta que fue ella quien se decidió a hacerlo. DINERO. Comienza bien, pero se la adivinaron nada más empezar. Los nervios aumentan.
Un poco más y, el segundo y yo, tenemos que echarlas a pares y nones para salir... aunque al final salió él. MÚSICA. Lo hizo muy bien... los nervios aumentan, se les une la sensación de inferioridad.
Ahora quiero salir, quiero ser el tercero... pero ¡Ay! de la paridad, que sale una compañera: FUTURO. También lo hace bien... estoy nervioso y me toca salir.
"¡Que estas acostumbrado a hacer esto, que el sábado actuastes delante de 380 personas, con accidente incluido!" me decía para mi...

Y empecé a hablar. Sabía, por las exposiciones que tuve que hacer el año pasado en literatura y por las animaciones, que rompiendo un poco la barrera que separa al orador del oyente se consigue su atención y su complicidad, si, pero también se puede invadir su espacio y hacer que se moleste.

Pero no fue así. Salió bien. Y aún no me creo que llegar a realizar un acto comunicativo pleno según W. Maxwell.
Nadie, ni yo mismo me lo podía esperar, creía que iba a salir un truño.

Se le nota que hace teatro, tiene ese punto histriónico...eso, unido quizás a una serie de éxitos en el campo ha hecho que lo describa tán bien... o quizás una serie de fracasos.


En lo segundo acertó, Sr. Roldán. Más quisiera que hubiera sido en lo primero...

Cuando terminé, me acordé de la que, quizás, fuera la mejor descripción, a la que yo le hice un montaje hace unos años...

Romper a reír

Algo le incoe, le molesta por dentro. Un dolor extraño le presiona en el pecho. Compungido, deja escapar un leve sonido un tanto amargo que suele ir acompañado de hipidos, que se acentúan al hablar. Frases que, por cierto, no llegan a finalizar del todo bien, volviendo a ese lastimero sonido anterior a todo volumen. Unas lágrimas recorren sus mejillas y van a dar a un pañuelo, a nuestra mano, a la manga del chaleco o al hombro de alguien querido.

Seguro que usted ha tenido esa sensación. Por múltiples motivos: lo mismo por un fracaso laboral, que por un accidente, un abandono sentimental, una despedida o por el inesperado fallecimiento de un allegado. Se siente desgraciado; y busca en esos momentos apoyo moral consolándose incluso en la idea de que su desdicha es compartida y hay quien pasa por eso e incluso males mayores. Le desborda.

Para el desahogo del Ser Humano, la única válvula de escape en ese momento es el plañido: romper a llorar.

Después de muchas horas haciéndolo, completamente tenso, te quedas con todos los músculos relajados; el cuerpo en relax y la pena por dentro, la misma que al inicio pero algo más débil.
Cenas poco ( o mucho, para intentar llenar esa sensación de vacío interior), una ducha, un ibuprofeno y a la cama que mañana será otro día.

Todo el mundo ve esta reacción como algo normal, habitual, de nuestro día a día: hay que vivir con ello, que le vamos a hacer.

Pero: ¿Se han parado a pensar qué hacer cuando la felicidad es plena? Si, cuando es tan grande como el dolor que describía al principio y que sólo podemos expresar llorando...

Hoy lo he descubierto al fin. Y, aún a riesgo de parecer un loco a ojos de todos aquellos que no lo entienden, me he dado cuenta de que es de las mejores situaciones en las que uno puede vivir, de aquellas que nunca se olvidan. Hoy, por segunda vez (que yo recuerde) he roto a reír.

Si, romper a reír.

Seguramente, en este momento, se empezarán buscar uno de sus momentos más felices para analizarse. Y puede que no coincidan conmigo: darán golpes al aire para celebrarlo,se froten las manos o botes de alegría, y si la cosa tiene presupuesto, hasta descorchen una botella de cava tras agitarla y lancen su contenido al aire.

Quizás no me refiera con momento de felicidad al mismo que usted: no estoy hablando de la celebración de un gol que le da la clasificación a su equipo, que le toque la primitiva o que le hagan un regalo. Me refiero a la felicidad generada tras la realización de un trabajo bien hecho después de semanas e incluso meses de tensión, preparativos y faltas de tiempo.

Hoy he sido feliz. En mitad de una actuación, bailando durante un momento musical, vi a mis padres entre el público y rompí a reír: una carcajada interior que no sonó, pero que se materializó en una gigantesca sonrisa y en una naturalidad extraña en mi intervención, incluso para mi.

Era feliz, eran ellos felices y les notaba desde veinte metros de distancia que estaban tan contentos como los 250 niños que me estaban mirando. No era sólo el orgullo de ver a su hijo, era felicidad y disfrute, volvían a ser niños y cantaban las mismas canciones que el resto del respetable que no superaba el metro de altura.

Cuando terminé, lo único que quería hacer era darles un abrazo a ellos, para compartir mi alegría, que me desbordaba. Tal es así, que el lunar que llevaba en mi maquillaje se lo llevó tatuado mi madre en su mejilla.

Mañana lo volveré a hacer e intuyo que volveré a tener otro momento igual de bueno.

Hace una semana me dí cuenta de por qué me gustaba tanto el mundillo en el que me muevo, por qué me gusta hacer teatro o animación. Volví a mis orígenes. Esta semana tiré de la cuerda, y me acordé de que, de pequeño, una de mis mayores ilusiones era ser jefe de pista de un circo o, si acaso, mago. Era fan de Los Payasos de la Tele y, todavía hoy, recuerdo diálogos completos de Había una vez un circo.
Quizás esa ilusión de niño volvió a resurgir y fue lo que me hizo que rompiera a reír. No lo sé.

Sólo sé que, después de reír, sentí lo mismo que cuando terminé de llorar hace unos meses y que ahora entiendo por qué un profesor mío, Don Pablo, me dijo hace ahora dos años en una víspera de puente saltada por mis compañeros que, para él, su mayor placer era despertar de un sueño riéndose... ahora lo llego a comprender.

Sé que esto es el colmo, y aunque pueda parecer irónico, termino esto rompiendo levemente a llorar de la emoción de abrir mi corazón para compartir uno de mis mejores momentos. Sería egoísta guardármelo para mí sólo.