Habemus renovarum: la despedida de Ratzinger

Se ha ido el Papa. Adiós a Benedicto XVI. El Santo Padre se ha dejado ya en Anillo de Pedro y la Iglesia busca a su nuevo sucesor.

¡Y de qué manera se ha marchado, oiga! Ratzinger se subió a un helicóptero para comenzar su nueva vida tras el papado; como si fuera un ganador de Gran Hermano al salir de la casa. Igual. Helicoptiri p´arriba, helicoptiri p´abajo; como decía Pepón Nieto en Los Hombres de Paco cuando se enfrentaban a una mafia calabresa inventada por ellos mismos para quedar bien.


Recuerdo como si fuera ayer el Habemus Papam de 2005. Igual que recuerdo mi desilusión cuando escuché el nombre del elegido. Aunque lo conocía tan poco como al resto de cardenales, algo hizo que se me cruzara automáticamente: su edad. Lo veía ya un anciano para la tarea que se le encomendaba, que no sería renovador; y, aunque en ese momento viniera a mi mente la imagen de Juan XIII, algo me hacía pensar que su talante no sería el mismo.

Creo que, de no ser por esta inesperada renuncia, no me habría parado a valorar un poco lo que realmente ha hecho en estos ocho años. No ha sido como con Juan Pablo II que, cuando nací, el pobre ya no podía hacer mucho por su enfermedad; sino que esta vez tendría que haber estado enterado de todo lo que había hecho... y me acordaba de poco. Lo admito: considero a Benedicto XVI un despegado de su tiempo, un Papa centrado en el más estricto racionalismo de la Iglesia. Tuve que hacer memoria. ¿Qué ha hecho aparte de decir que los Reyes Magos eran andaluces y que no existieron ni mula ni buey? ¿Sólo se abrió una cuenta en Twitter? Y vino a mi mente el recuerdo de que este Pontífice fue el primero que aceptó el uso del preservativo para combatir al SIDA. Y, mire por donde, me pareció un buen paso. Eso sí, escándalos como el Vatileaks o las frías relaciones Santa Sede-Irlanda por la convulsa resolución de los casos de pederastia (aunque reclamara a la Iglesia irlandesa que respondieran ante la justicia terrena) han mancillado su paso. Veo muy consecuente y acertada la renuncia debido a su enfermedad y a la situación de la Iglesia como organización.

Y, ahora, con su marcha medio Vaticano está chapado por la falta de Papa: Sede Vacante. Hay un "vacío de poder", quedando todo en manos del Camarlengo, Tarsicio Bertone. Lo siento, pero mi mente no se reprime al imaginarme a un Rouco Varela ataviado con gabardina y bigote de pega haciéndose pasar por turista de los Museos Vaticanos mientras que intenta dar un golpe de estado.

Rouco Varela vuelve a ser papable. Bueno, técnicamente todos somos papables. Y no me agrada esa posibilidad. El nuevo Santo Padre debe ser todo lo contrario: debe ser joven (de físico y espíritu), de mentalidad abierta, que solucione las papeletas que ahora mismo tiene la Iglesia y que se preocupe por los jóvenes más allá de las JMJ. Un Papa de su tiempo, que incluso llevara a un nuevo concilio que hiciera que todo esto evolucionara y aproximaran posturas con el resto de religiones. Un Papa carismático, empático y buen comunicador, tanto como lo fue para su momento Jesús de Nazaret.

En poco tiempo volveremos a mirar a la chimenea de la Capilla Sixtina para ver si el color de la fumata es negra o blanca. Habemus renovarum ¿Renovatio habebimus?